Judith Colell es Licenciada en Historia del Arte y en la Universidad de Nueva York obtuvo el Certificate in film. Su tarea como cineasta la compagina con la de docente en varias universidades catalanas. Ha dirigido varios films que han sido bien recibidos, como Dones (2000) y 53 días de invierno (2006). También ha sido guionista y productora en ocasiones. Elisa K es su película más reciente y ha circulado por diversos festivales internacionales. En San Sebastián obtuvo el Premio especial del jurado y en ABYCINE ganó el Premio del público.
Esta entrevista se ha realizado en el marco del taller de crítica cinematográfica organizado por la Associació Catalana de Crítics i Escriptors Cinematogràfics y el CCDFB. Damos las gracias a Eulàlia Iglesias y Violeta Kovacsics por hacer posible el encuentro y tutorizar nuestros trabajos.
Fuente: http://www.entreacte.cat
– ¿De dónde surgió la idea de llevar a la pantalla este libro (Elisa Kiseljak de Lolita Bosch)? ¿Por qué y por qué ahora?
– Surgió de la lectura del libro, al llegar a la cuarta o quinta página que nos dejó muy parados con la frase “Dentro de unos minutos Elisa será violada y lo olvidará todo”. Pensamos que este libro se tenía que adaptar. El por qué ahora: no es oportunista, no hay ninguna intención, sino que fue el momento en que el libro cayó en nuestras manos. No quisimos hacer una película social aprovechando ninguna realidad, sino una película psicológica, situacional, sobre el personaje.
– El film da pistas de cómo se hace la agresión y el efecto que tiene ese trauma, como se recuerda años más tarde… ¿Cómo os documentasteis?
– No hay un trabajo de documentación muy grande por que ya estaba en el libro, Lolita Bosch [la escritora] sí que lo hizo. Hay otras obras de ella en que vuelve a aparecer. Se trata de recuerdos del pasado que se olvidan y luego vuelven después de los años. La Vanguardia y El País publicaron noticias de niños y niñas que habían olvidado y luego recordado. Hay asociaciones donde trabajan mujeres que han sufrido este problema, Aina Clotet sí que lo trabajó anteriormente para una serie.
Me gusta pensar es las ayudas que ha proporcionado, hemos recibido mensajes de gente contándonos que les pasó lo mismo que a Elisa K que nos decían “te agradezco que por fin alguien hable de esto”. Sólo por que alguien me diga esto, merece que haya hecho esta película, sobre todo con temas como este. […] Sin embargo no se puede decir que sea una película con intenciones de denuncia, pero si hablas de este tema, ya es denuncia. No está tratada des de este punto de vista, hay muy pocas películas tratadas con este punto de vista.
– ¿Por qué decidieron utilizar la voz en off de manera tan explícita?
– Jordi Cadena y yo nos dividimos la película y decidimos conjuntamente, pero como tenemos un estilo y puesta en escena distintos, nos daba la oportunidad de hacer algo conjunto sin ceder ninguno de los dos. Él, que es el guionista, tenía muy claro como quería contar la parte de Elisa: cámara fija, mas contemplativo… La segunda parte de la historia tiene más que ver con mi manera de rodar para ir mucho más a buscar dentro del personaje, con la cámara al hombro intentando desgarrar los personajes. […]
Cuando Jordi decidió adaptar el libro de Lolita, le interesó el acercamiento que hacía a este tema a nivel psicológico del personaje. En el libro hay un narrador desde el principio, creo que es en primera persona, que dice la frase de que Elisa será violada. Ese momento es de un impacto tremendo y quería plasmarlo en la película. Son momentos que cuando lees el libro crees que es imposible adaptarlos por ser muy literarios, pero cuando encuentras la manera tienen una fuerza tremenda. Jordi decidió mantener esta voz en off.
Al principio había mucha más voz en off, quitó muchísima durante el montaje y lo que hizo fue utilizarla adelantada a lo que iba a suceder. También muy importantes son los diálogos, que en el libro casi no hay excepto frases clave puntuales, por lo que en el rodaje la mayoría son inventados: los actores llegaban sólo con la referencia del narrador, y jugábamos con la improvisación.
– ¿Cuál es tu forma de trabajar?
– Mi manera de rodar es no cortar nunca. Ruedo desde diferentes ángulos todo el día. Fue muy complicado rodar de esta manera, todo entero. Fue un invento para mí misma no dividir planos y rodar todo con cámara al hombro, haciendo toda la secuencia entera de principio a fin.
La entrega de Aina fue importantísima, el rodaje de la escena del lavabo duró dos días. Fue duro para todos. Creo que es una actriz muy disciplinada, entra y sale del personaje, pero evidentemente necesitaba mantener un estado de histeria, llanto y angustia que no permitía hacer una pausa. Se metía en un cuarto ella sola y seguía llorando. Con la niña (Clàudia Pons) también pasó esto, estaba llorando y ella para no parar, salía fuera con un croissant, mientras se lo comía seguía llorando, y luego volvía entrar porque “Si paro de llorar ya no vuelvo a arrancar”, decía.
– Toda la violencia que no se ve en la primera parte, aparece en la segunda: el blanco y negro, más contenido y alejado, refleja un momento de infancia en que se es menos consciente; y en cambio en la segunda parte, cuando ella lo recuerda todo, es en color, como más vivo, con la violencia dentro de ella misma. ¿Lo habéis planteado así realmente?
– Me gusta esta interpretación del blanco y negro como menos violento y el color relacionado con la violencia – aunque es un color muy poco violento -. A mí me molestaba que todos lo relacionaran con el pasado/presente, porque no es eso. Es la contención de la primera parte y la falta de contención en la segunda.
– ¿Hay unos referentes estéticos determinados en la película?
– En la primera parte ha influenciado Hammershoi, un pintor danés. La segunda parte tiene más mi manera de ver las cosas, intentando desgarrar al personaje. Hay influencias de la pintura, como los cuadros de Rothko, que tienen mucho que ver aunque sea muy abstracto. También volví a la influencia que tuve para 53 días de invierno, Lucian Freud: me gusta mucho su manera de trabajar rostros y como escarba dentro de los personajes. Me interesa la descomposición física y moral del personaje, Egon Schiele ha sido otro de los referentes por como retrata estas cosas, aún capta más esa descomposición que Lucian Freud.
– Aprovechando que la película ganó un premio en San Sebastián y habéis ido por varios festivales, ¿cómo ves tú personalmente el panorama del cine catalán y/o español?
– El panorama español está fatal, el catalán no. En España es desolador porqué no hacen “ni chicha ni limoná”: hacen estas superproducciones que me interesan relativamente poco, aunque entiendo que deben existir y se deban hacer. A la industria de Madrid le faltan, no se por qué, estas películas mucho más libres de lenguaje que se hacen aquí.
Hay una cosa en común: el hecho de no tener la guillotina de la taquilla sobre nuestras cabezas. Son películas de bajo presupuesto y cada vez pienso más que se tendrían que hacer más así: se puede grabar con una cámara y cuatro personas, no hacen falta castings enormes… No tienen ningún sentido estas grandes producciones que lo único que hacen es colocar la espada de Damocles encima de la cabeza: si la producción es más cara tienes que recaudar mucho más dinero en taquilla. No se puede crear con libertad y así no se innovará nada, no se busca investigar ni avanzar en el lenguaje si estamos pendientes de si tal película no hace tantos millones de euros. Lo que está pasando ahora aquí es fruto de la libertad de no tener presión de taquilla.
Los cineastas lo que queremos es que la gente vea nuestras películas, por eso está en cartelera. El problema es que están constantemente intentando eliminarnos, suerte de gente interesada en la cultura. Se nos ignora y desprecia, y nosotros no podemos hacer nada, no se como podemos luchar contra eso.
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